La diversidad de opiniones es una estrategia que conforta la personalidad.



viernes, 15 de enero de 2010

¿a quién va usted a creer?, ¿a mí, o a sus propios ojos?.



Estas navidades estuve revisando algunas películas de los hermanos Marx. Recordando cuando las vi por primera vez, casi con nostalgia añoraba las risas lejanas de mi adolescencia, cuantos momentos buenos con Groucho, Harpo y Chico, lo de Zeppo es caso aparte, a mí la verdad nunca me resulto gracioso. A veces hay algo peor que el pasó del tiempo y es la curiosidad. Curiosidad por querer saber más de las personas a las cuales en algún momento o durante el resto de nuestra vida admiramos o sentimos respeto por su trabajo, vida, obra...
Cometí el error de haber leído el libro Groucho, una biografía de Stefan Kanfer. Que mal asunto inmiscuirse en la vida privada, no de ajenos, sino de personas que aunque no has tratado personalmente notas que tienes un vínculo especial. En el libro habla del alcoholismo a las que supuestamente arrastró a varias de sus mujeres, de los problemas de comunicación con sus hijos, de sus momentos bajos, su apego al dinero, de la soledad del genio y un largo valle de lágrimas.
Al revisar las películas ya no me parecían los personajes de Groucho tan disparatos, cínicos y críticos. Que mal hice Groucho en inmiscuirme en tu vida privada, la lección es que jamás volveré a querer saber nada de la vida privada de la gente a la respeto, admiro o quiero; con eso sólo conseguiré difuminar su imagen.
En ciertas ocasiones saber o querer saber más de la cuenta, perjudica la visión que teníamos, tenemos o podemos tener de la gente o de las cosas.

¿A quién va usted a querer? ¿A Groucho, o a los comentarios?

No hay comentarios: